lunes, 31 de diciembre de 2012

2013


El hombre tiene ilusiones, como el pájaro alas. Eso es lo que la sostiene.
Victor Hugo




Las ilusionadoras hemos pasado un 2012 muy especial, hemos trabajado duro por fuera y por dentro, juntas hemos conocido a personas que nos han traído muchas alegrías día a día e incluso nos hemos empujado a conocer nuevas facetas de nosotras mismas. 

Gracias a los que estáis cerca de nosotras por entender nuestras “locuras”, ayudarnos en nuestros tropezones y apoyarnos siempre que lo necesitamos.

Ha pasado un año intenso pero lleno de ilusiones cumplidas y muchas por cumplir.
Hoy es un día más pero solemos emplearlo en echar la vista atrás en todo lo que ha pasado el último año pero hoy me gustaría animaros a mirar hacia delante con la cabeza bien alta y pensar en todo lo bueno que tenemos alrededor que seguro, segurísimo, es mucho.

Me gustaría que penséis en los amigos que tenéis, esos que se preocupan por vosotros y que de vez en cuando os hacen reír.

Que penséis en los niños que tengáis alrededor y copiéis su forma de pensar porque ellos son todo optimismo y no dejan que nada les impida cumplir sus objetivos (si hay que subirse  a tres estanterías para conseguir un dulce, uno se sube, y punto pelota).

Que penséis en vuestras familias que están con ahí pase lo que pase, que se preocupan por nosotros y que han pasado mucha parte de su vida haciendo lo posible por hacernos felices.

Que penséis en vosotros mismos, en todo lo que tenéis para aportar a los demás y sobre todo a vosotros mismos. Que no haya ningún dulce tan escondido como para rendirnos antes de conseguirlo.

Como ilusionadora que soy os deseo un 2013 LLENO DE ILUSIONES POR CUMPLIR. No os olvidéis que en toda oruga hay una mariposa.

Feliz 2013




Y aunque para las uvas hay algunos nuevos

a los que ya no están le echaremos de menos

y a ver si espabilamos los que estamos vivos

y en el año que viene nos reímos



domingo, 23 de diciembre de 2012

La Oruga Inquieta



Es bastante curiosa la existencia de una oruga. Vive siempre pegada a superficies, apenas puede ver lo que ocurre a su alrededor y es un ser un tanto despreciado entre los humanos.

Os voy a contar una historia de una Oruguita que conocí (se hacía llamar Ale), ella vivía con inquietudes, tenía un gran afán de aprendizaje y sobre todo un gran sentido de la lealtad y de la amistad.
Ale sufría porque a veces el mundo no le correspondía con lo que ella esperaba, y necesitaba ayuda para entender lo que ella sentía como injusticias. Pero como antes os decía, Ale era una oruga muy inquieta y decidió salir de la hoja en la que vivía para intentar encontrar respuestas; en su camino se comunicaba continuamente con sus amigas las orugas, quienes en algunos momentos, no entendían a Ale, ya que ellas sentían que les hablaba en otro idioma, pero lo cierto es que las oruguitas confiaban enormemente en Ale, así que la apoyaron y escucharon.

Ale les iba contando historias de mariquitas voladoras y mosquitos samuráis, pero sobre todo, de lo duro que en ocasiones estaba siendo el recorrido. De repente un día Ale se cansó de explorar el exterior y decidió descansar en un bello paraje muy lejos de su hogar; necesitaba pensar lo que estaba viviendo y quizá reflexionar en lo que pensaba y sentía.

Las oruguitas estuvieron un tiempo sin saber nada sobre las pericias de Ale pero entendieron que necesitaría tranquilidad. Ale se metió en su crisálida, allí estaba tranquila y segura, allí podría buscar las repuestas que quizá estarían en su interior y no en el mundo externo que intentaba descubrir. Pero de repente un día, al amanecer, Ale se despertó con un tremendo peso por encima de su cabeza, se sentía rara pero tremendamente fuerte; había algo que no la dejaba levantarse, y al girar la cabeza vio que tenía unas enormes alas azules. Era un azul muy vivo y se sintió llena, feliz y muy muy fuerte, como si Ale ya no estuviera y hubiese llegado Alexandra. Se levantó con mucho esfuerzo e intentó aletear pero vio que esto no iba a ser tan fácil. Poco a poco Ale fue aprendiendo a volar y en cuanto pudo volvió a casa para contárselo a todo el mundo. Durante el viaje disfrutó de las vistas, sentía haber crecido y haber encontrado su verdadero yo, ¡sólo tenía que buscar dentro de mi! pensó.



Al llegar con todas las oruguitas, ellas quedaron fascinadas, notaban distinta a Ale, incluso a veces no la entendían cuando hablaba (a veces pensaban que estaba un poco loca). Ellas no entendían qué había ocurrido con Ale, pero la veían diferente, por dentro y por fuera.

Si algo tenían claro las oruguitas es que Ale había cambiado, había sufrido una metamorfosis y sobre todo que se la veía muy feliz.
Alexandra decidió seguir su camino de descubrimiento y compartirlo con todos aquellos que quisieran, incluso ayudó a otras a oruguitas a ir sacando sus alas, pero…nadie dijo que fuera un camino fácil.


Y colorín colorado….







 A mi amiga muy visible Alexandra, 
porque "las casualidades" nos han juntado una vez más.
Además, gracias a ti he vuelto a  escribir después de meses de abandono. 












lunes, 10 de septiembre de 2012

Vuelta al cole


El olor de los libros, el momento de forrarlos, la incertidumbre de qué profe me tocará y si me pondrán en clase con mi amiga del alma pero sobre todo las ganas de ver a mis amig@s “del cole”.
Sé que el primer día, incluso la primera semana voy con muchas ganas al cole, además hasta Octubre no hay clase por la tarde (lo malo será cuando empiecen a mandar tareas). Pero hay algo de la vuelta al cole que no me mola un pelo y es esa insistente manía de los profes por hacer una “evaluación inicial para ver cómo andáis después de las vacaciones” (mira que recuerdo pocas de esas de ortografía, y falta hacen). La primera en la frente.


Desde muy pequeña me ha apasionado estrenar cuadernos y libros (si entráis conmigo en una papelería ya podéis esperar un ratito…) pero el momento de agarrar el boli y copiar el primer problema de mates era muy traumático: folio, boli y cabeza gacha, eso sí que era miedo al folio en blanco y no el de los escritores. Pero el momentazo del día llega cuando suena la campana y todos salimos corriendo como alma que lleva al diablo al recreo (durante unos años tuve cierta confusión semántica con patio y recreo, asociaba patio al espacio de tiempo como bambi=ciervo, otro día os hablo de mis confusiones terminológicas). En el recreo del primer día faltan horas para contar todo lo que ha pasado en el verano: desde la superherida que me hice en la rodilla cuando subía a “la peña de los 20 duros” hasta la historia del chico salmantino del que todas estábamos loquitas pero que nos llevó a estar todo el campamento limpiando ¡qué duro es el amor!

Es fantástico cómo las historias crecen y mejoran con el paso del tiempo. ¿no os pasa que de tantas veces que habéis escuchado una historia la conviertes en tuya aunque no vivieses ese momento? Adoro este fenómeno, es un agujero que la memoria nos regala para unirnos más a nuestros amigos y construir montañas de oro a base de pepitas.


El mes de Septiembre es guay porque todavía hace bueno y es agradable salir al patio (o recreo) durante los recreos (o patios). Lo recuerdo como si fuera ahora mismo: me gusta mucho salir al patio y pensar que estoy en un castillo fortificado en lo alto de una colina, ir con las chicas al torreón y entrar al edificio por el puente levadizo.
Recuerdo cuando en mi casa me decían que querían ponerme libros en la cabeza para que no creciera. Ahora lo entiendo pero lo que me gusta de ser “mayor” es que tengo la suerte de haber sido esa niña.

Hoy he vuelto al cole :)