domingo, 23 de diciembre de 2012

La Oruga Inquieta



Es bastante curiosa la existencia de una oruga. Vive siempre pegada a superficies, apenas puede ver lo que ocurre a su alrededor y es un ser un tanto despreciado entre los humanos.

Os voy a contar una historia de una Oruguita que conocí (se hacía llamar Ale), ella vivía con inquietudes, tenía un gran afán de aprendizaje y sobre todo un gran sentido de la lealtad y de la amistad.
Ale sufría porque a veces el mundo no le correspondía con lo que ella esperaba, y necesitaba ayuda para entender lo que ella sentía como injusticias. Pero como antes os decía, Ale era una oruga muy inquieta y decidió salir de la hoja en la que vivía para intentar encontrar respuestas; en su camino se comunicaba continuamente con sus amigas las orugas, quienes en algunos momentos, no entendían a Ale, ya que ellas sentían que les hablaba en otro idioma, pero lo cierto es que las oruguitas confiaban enormemente en Ale, así que la apoyaron y escucharon.

Ale les iba contando historias de mariquitas voladoras y mosquitos samuráis, pero sobre todo, de lo duro que en ocasiones estaba siendo el recorrido. De repente un día Ale se cansó de explorar el exterior y decidió descansar en un bello paraje muy lejos de su hogar; necesitaba pensar lo que estaba viviendo y quizá reflexionar en lo que pensaba y sentía.

Las oruguitas estuvieron un tiempo sin saber nada sobre las pericias de Ale pero entendieron que necesitaría tranquilidad. Ale se metió en su crisálida, allí estaba tranquila y segura, allí podría buscar las repuestas que quizá estarían en su interior y no en el mundo externo que intentaba descubrir. Pero de repente un día, al amanecer, Ale se despertó con un tremendo peso por encima de su cabeza, se sentía rara pero tremendamente fuerte; había algo que no la dejaba levantarse, y al girar la cabeza vio que tenía unas enormes alas azules. Era un azul muy vivo y se sintió llena, feliz y muy muy fuerte, como si Ale ya no estuviera y hubiese llegado Alexandra. Se levantó con mucho esfuerzo e intentó aletear pero vio que esto no iba a ser tan fácil. Poco a poco Ale fue aprendiendo a volar y en cuanto pudo volvió a casa para contárselo a todo el mundo. Durante el viaje disfrutó de las vistas, sentía haber crecido y haber encontrado su verdadero yo, ¡sólo tenía que buscar dentro de mi! pensó.



Al llegar con todas las oruguitas, ellas quedaron fascinadas, notaban distinta a Ale, incluso a veces no la entendían cuando hablaba (a veces pensaban que estaba un poco loca). Ellas no entendían qué había ocurrido con Ale, pero la veían diferente, por dentro y por fuera.

Si algo tenían claro las oruguitas es que Ale había cambiado, había sufrido una metamorfosis y sobre todo que se la veía muy feliz.
Alexandra decidió seguir su camino de descubrimiento y compartirlo con todos aquellos que quisieran, incluso ayudó a otras a oruguitas a ir sacando sus alas, pero…nadie dijo que fuera un camino fácil.


Y colorín colorado….







 A mi amiga muy visible Alexandra, 
porque "las casualidades" nos han juntado una vez más.
Además, gracias a ti he vuelto a  escribir después de meses de abandono. 












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